Moléculas de Amor

Desmintamos Creemos Dialoguemos Originemos Sólo restan trozos de ese amor

lunes, octubre 24, 2005

tomos de amor

Canto a la Musa del Alma, a la que siente, a la que existe


No es que crea que el amor lo es todo, pero tampoco pienso que no me importa. Siento cada enamoramiento como una obsesión a pequeña escala: pienso a la persona, recuerdo instantes juntos, hablo con ella en mi mente (es mejor que hablar sola). Y me enamoro. Me enamoro de ella, pero no de su imagen, sino de la imagen que yo creo de ella. Me enamoro de lo que dice, pero no cuando lo dice, sino cuando lo rememoro. Me enamoro de lo que diría si yo le dijera que...

A veces, me doy cuenta de que me enamoro. He aquí lo loco, lo injusto, lo inentendible: pierdo toda energía. Resulta inalcanzable, perdido, lejano. El desamor surge: es la primera espina.

Hasta ahí llego, si no me esfuerzo. Únicamente me esfuerzo si la realidad me muestra que mi enamoramiento tiene sustento. No lo hago a propósito, no lo pienso, no lo evalúo en ese instante. Después, sí: la música, las poesías, los sueños lo piensan por mí. El desamor me inspira, y recorro en las páginas de los libros esos amores de fantasía, que, reales, se tornan insulsos.

Ocurre, entonces, si elijo bien las hojas, si aquella persona existe fuera de mí, y me habla, y me necesita, y la necesito, que la realidad se vuelve libro: es la segunda espina. El amor resurge, se rearma. Puede todo terminar allí (los indicios eran falsos, sólo quedarán lágrimas de amor), como sucede casi siempre.

A veces, sólo a veces, todo sigue: es la tercera espina. He logrado comprender (o creo comprender, al menos) que ese es el momento de pensar y de accionar. Si nos decidimos, si nos regalamos un poco de valentía, se origina el milagro: vemos el capullo de la rosa. No hay más libro que nos guíe: hace falta vivir la historia.